Después de experimentar algunas turbulencias médicas y emocionales en este comienzo de año, me encuentro en uno de esos meses en donde solo puedes y debes esperar, que construirá Dios y la vida para ti. Un tiempo de cambios bruscos o de absoluta tranquila son solo dos alternativas que me puedo imaginar de la incontable gama de situaciones y acontecimientos inesperados que pueden acompañar a los siguientes meses de este acelerado año.
Año de una tranquilidad angustiante, que solo me deja ver pocos centímetros del sendero que se divisa en mi vida, sendero lleno de rocas, maleza y ramas que invitan a una desesperación por saber que contienen, senderos que también pueden significar una conspiración en contra de mi tranquilidad y equilibrio... Ya he caído en esas trampas varias veces y por ahora, no me someteré a esas trampas que solo incitan a una búsqueda innecesaria y torpe en un tiempo equivocado.
En estos meses he aprendido algo muy importante que se aplica a cabalidad a esta situación que experimento en este momento y es que: Cuando ni Dios y ni la vida te muestran tus posibilidades, es porque esperan que algo imprevisto suceda, es como una señal de que te calmes, te relajes y que no pienses en lo que viene más adelante, en otras palabras, es como una señalización que te dice “No pienses al menos en este instante en lo que vendrá adelante porque caerás en desesperación por saber que Dios y la vida están construyendo para ti”.