Todo lo que escribo en estos tiempos me repugna, simplemente veo lo que escribo y me parece una barbaridad que no tiene ni un fin último, persiguen quizá algunas glorias o fracasos pasados, pero ni entusiasmo tienen en la búsqueda.
Aquello que en su momento fu algo tan propio, es ahora tan
extraño. Siento ese frio entre mis manos. Lo que era una necesidad asfixiante
es en este momento una frustración que me carcome.
Para escribir esto tuve que encomendarme a Dios, para que
las letras me hicieran caso. Las cosas son igual o más difíciles que hace un
par de años. Aquella vez era un poco más audaz y me tenía más confianza, ahora
soy más lento y torpe, no puedo escribir siquiera un párrafo sin sentir miedo
de mi mismo, sin sentir dolor de lo que fui y ahora soy.
¿Y quién soy? Soy lo que llegamos a ser cuando la comodidad
nos alcanza, la desesperanza nos arropa, la indisciplina nos abraza y cuando el
tiempo nos agarra por el cuello… Por eso digo, ellas me mataron y ahora me están
reviviendo.