Hace pocas semanas
puntualicé que dos elementos principales: apatía opositora y cercanía entre
elecciones (causaría involuntariamente un efecto político-emocional que
afectaría negativamente las esperanzas en las regionales para la oposición)
prepararían un coctel con sabor, olor y color rojito. Y claro por la intención del
artículo no expuse los puntos a favor del oficialismo, de los hoy triunfadores
por mayoría abrumadora, pero es claro que había un cúmulo de ellos.
Por todos esos puntos a
favor del huracán oficial no solo se garantizaron la mayoría y gobernabilidad
de su revolución, también consiguieron victorias en estados emblema para la
oposición, en bastiones opositores. Para mencionar un ejemplo esta el estado
Zulia, rebelde al proceso, leal a sus gobernantes tan zulianos como el patacón,
siempre había sido un estado muy deseado, bien sea por su importante capital
humano, económico, ubicación estratégica o envergadura electoral, pero que
después de estar gobernado por dos ex aspirantes a la silla de Miraflores fue
domado con organización y trabajo duro de Arias Cárdenas, demostrando que se
pueden ganar colosales batallas sin tener al líder en el campo de batalla.
Otra victoria como la
de Nueva Esparta demostró la capacidad de los líderes chavistas para vencer a
cofradías opositoras, pero también se demostró que el pueblo venezolano castiga
a los que usan su cargo como catapulta política para conseguir beneficios
propios y no beneficios para el estado que deben de defender y consolidar. De similar
forma los venezolanos dimos otras dos lecciones: podemos votar por liderazgos
que llegan a transcender el prototipo chavista, que simbolizan planificación y
organización como lo representa la figura de Vielma Mora, que obtuvo una
significativa victoria frente a la cofradía tachirense de Pérez Vivas. Podemos
castigar con el voto las malas gestiones y apartar del poder a dinastías como
la carabobeña, la dinastía Salas Feo.
En definitiva luego de
esta contienda regional el saldo opositor es una resistencia más heterogénea de
lo que ya era. Ya las oposiciones de nuestro país están aisladas (en cargos de
gobernaciones), los líderes opositores tienen motivos para sentirse como
isleños, no construyeron puentes para comunicarse entre ellos y ahora más que
nunca están rodeados por un mar rojo rojito, de pueblo rojo que a pesar de ser
golpeado y semi dominado por la abstención al igual que los opositores, salió a
votar por sus rojos, por la profundización de lo que hoy más que nunca se conoce
como socialismo del siglo XXI.
Y cuando digo que la abstención
golpeó a chavistas como opositores por igual, no cito conjunciones o
reflexiones propias, allí están las encuestas que lo demuestran, así que no me
vengan a decir que sin ese porcentaje de abstención de 46,06%, tercero más bajo
en la historia de las elecciones regionales, la oposición hubiera ganado la
mitad de las gobernaciones, obedeciendo eso de “el país esta divido”, mito que
surgió después de los resultados presidenciales del 7-O. Los porcentajes fueron
contundentes con grandes brechas, siendo las más ajustadas las de Miranda de 4%
y la de Bolívar de 3%.
Después de lo que el
huracán se llevó, la única conclusión posible es: se vienen tiempos de
efectividad, porque sino el pueblo hablará como habló el domingo, hablará
contundentemente sin miramientos.
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